Cristo de los vigías y María Santísima del mayor dolor

Una tarde de viernes santo, una tarde en la que el tiempo acompaña las nubes han abierto camino para que salga en procesión nuestro señor de los Vigías, con los sonidos de trompetas frente a la puerta, una puerta que se estaban abriendo, y através de ellas se podía ver la perfecta figura de este cristo, tan valioso como el oro. A su alrededor lleva luces rojas que alumbran su ser, y rodeando el trono claveles rojos, del color de su sangre, sangre que ha derramado por la simple y gran razón de ser una gran y buena persona, recibió ese castigo, y está postrado en la cruz, muerto por ello. En este día los penitentes de capa roja y túnica blanca, se adentran en Vélez, en mostrar su preciado cristo, ellos ayudaban a que todo a su paso, todo su sufrimiento fueran causas menores, todos ellos estaban allí por la misma causa, por estar cerca de él. El paso que llevaban era elegante, hacía que el propio cristo andara por las calles de Vélez, para decirles a todo el mundo el sufrimiento que pasó. Tras su gran muestra a Vélez, su madre, María santísima del mayor dolor llegó a su encuentro, con cara mirando hacia el cielo como suplicando, suplicando no más dolor del que ya lleva, pero todo era más dulce, ya que tenía a su hijo delante de sus ojos, toda su vida la tenía a su lado, ya no había más que suplicar, solo volver a entrar en su querida iglesia junto con sus queridisimos penitentes, que fueron los que dieron paso en una noche de viernes santo y tú estarás con tu señor de los vigías.